Notificaciones

Vicente



Habían pasado varios años desde que habían llegado a aquel planeta. Aún recordaba bajar del transporte Manta-Raya escoltado por, en apariencia, una única unidad de cazadores, aunque había otras dos unidades de armaduras miméticas ese día ocultas en las sombras, ya que no confiaba nada en absoluto en los hombres que se protegían en aquellas armaduras amarillas.

Él era el que estaba en una posición de fuerza; eran los humanos los que necesitaban su ayuda; en ese momento el planeta Se’biria estaba siendo objeto de numerosos ataques y los humanos no podían parar oleada tras oleada a sus enemigos. Es cierto que ellos habían perdido el comercio con el planeta, pero sus vidas no dependían de ello y eso les dejaba negociar desde una posición preferente. No obstante, no podían permitir que aquél planeta, insignificante en apariencia, cayese en poder de las hordas del Caos, o peor, fuese consumido por aquellos otros seres.

Las batallas se sucedieron. Muchos de sus hombres murieron. Pero el objetivo se consiguió y el planeta fue recuperado. Tras asegurar el planeta, y dejarlo en manos del “otro imperio”, había quedado una base de operaciones allí permanente. Era parte del trato. Una base con gran cantidad de recursos.

Pero ese tiempo pasó. Ahora la situación era radicalmente opuesta. Derrota tras derrota, no era capaz de controlar la situación. No podía solicitar nada a su Shas’o y se veía en la obligación de solicitar ayuda a los hombres de armaduras amarillas. Tendría que volver a encontrarse con ellos. Pero ahora no sería igual. Ahora tendría él que ceder. Y eso no le gustaba.

Se acercaba el día del encuentro. El Capitán Riggle ya tenía todo decidido. Sabía quién le acompañaría en su escolta, en qué vehículo iría e incluso las palabras que les dirigiría a aquellos seres.

Sólo dudaba una cosa. Si dejar que Capodanno lo acompañase o no. Tenía esa duda acerca de su Capellán. En parte le debía eso. Era el que había negociado los términos de la ayuda T’au cuando su Compañía necesitaba ser ayudada. Pero ahora quería ser él mismo el que pusiese las condiciones y ver la súplica en los ojos enmarcados de azul.

En la órbita del planeta ya estaban sus hombres preparados. Tanto la 1ª como la 3ª Compañía esperaban las órdenes para descender y ocupar posiciones, deseosos de entrar en combate y reparar la ofensa que supuso tener que ser ayudados. Era cuestión de horas.

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